La
cucharada
Temblorosa mi mano sostiene la cuchara que convierte
la luz en reflejos de oro y plata. La
acerca lentamente a la taza, de sutil porcelana casi transparente. La roza al
pasar, desprendiendo un dulce tañido que reverbera en el ambiente. Al
sumergirse en el dorado y humeante líquido, desprende aromas que reviven los
recuerdos de mi niñez perdida y genera ondas que hacen danzar las circulares formas
cristalinas que navegan cual barcos la tersa superficie ambarina. Cargada ya del
preciado néctar, la levanta y desprende una gota que regresa cayendo al
manantial divino. Al aproximarse, mis
labios se fruncen en un gesto de beso tierno y entreabriéndose expulsan el aire
susurrante de un soplo que levanta volutas que empañan los cristales de mis
anteojos. Entreabro los labios regañando los dientes al temor del volcánico
calor que aún desprende. Sorbo despacio,
reprimiendo el sonido que genera el aire al arrastrar el preciado caldo que cauterizando
mi lengua la llena de sabores y provoca que mi mente, como en un relámpago,
rememore la imagen de aquella anciana y de su sonrisa que tanto amé. Ocasionando
que en mis ojos una lágrima tiemble y se desprenda deslizándose por mi mejilla
al tomar esa simple y sencilla cucharada de consomé.
Por
Manuel Rosendo Castro Iglesias
08/julio/2011
08/julio/2011
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